Cardo Máximo

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El nuevo municipalismo

De momento, lo que el alcalde electo Juan Ignacio Zoido nos ha enseñado -con prisas indisimuladas- es sólo una parte del modelo con el que pretende gobernar Sevilla durante los próximos cuatro años. El sábado dejó hecha la alineación, pero no repartió los dorsales (el orden de las tenencias de alcaldía)… ni lo que es aún más importante, definió el estilo de juego de su equipo de gobierno. Estamos a medias, todavía.

La reducción de áreas de gobierno está en línea con lo que hacen los grandes ayuntamientos españoles, que llevaban una enorme ventaja al de Sevilla, anclado en un reparto fraccionado de delegaciones que recordaba la inflación ministerial de los tiempos soviéticos. Así pues, Zoido pone al Ayuntamiento de Sevilla en el camino que marca la Ley de Grandes Ciudades con que Aznar obsequió a Gallardón en diciembre de 2003: tomar decisiones en la junta de gobierno y dejar el pleno como una cámara deliberativa.

Queda por ver ahora si inmediatamente por debajo de cada delegado municipal figurará un coordinador general como permite la ley, encargado de la gestión ejecutiva de cuanto se decida en la junta de gobierno. Éste es precisamente el modelo que tiene implantado el Ayuntamiento de Barcelona, donde el alcalde Hereu -también despojado del poder por la oposición- se va a despedir del cargo presentando una auditoría.

El equipo de gobierno que ha fraguado Zoido establece con rotundidad un escalón de atribuciones entre los concejales con mando en plaza y aquellos a los que sólo encomienda la gestión de un distrito de la ciudad. El nuevo alcalde se rodea así de un cinturón de pesos pesados en los que delega poder y confianza, mientras los concejales de distrito llevan a cabo una labor de proximidad con los problemas cotidianos de la ciudadanía.

Políticamente, el diseño es plausible e inobjetable. El disparate de veintiuna delegaciones municipales que hemos padecido para contentar a los socios de la coalición e incluso a las familias socialistas nos ha vacunado para este adelgazamiento de la estructura y reforzamiento de la coordinación. El poder ejecutivo atomizado tiene muchos más inconvenientes que ventajas.

Otra cosa diferente es si, como parece, el nombramiento de los concejales de distrito avanza en una descentralización de la gestión ordinaria o cualquier otra forma de reparto del presupuesto por las muchas necesidades de los barrios de Sevilla. Por cierto, este consistorio monocolor también se va a salvar de las lecturas inevitables sobre qué partido de la coalición sacaba más tajada del capítulo de inversión.

Lo que esperan los ciudadanos del nuevo equipo de gobierno es que profesionalice y modernice la gestión de la maquinaria burocrática local. Aquí no hay matiz ideológico discutible: se trata de que los servicios municipales vuelvan a tener el protagonismo en la gestión del Ayuntamiento en lugar de vaciarlos de competencias para traspasarlas a unos institutos en los que, con reiterada frecuencia, se incumplen las garantías de transparencia y concurrencia pública sacrificadas ladinamente en aras de una agilidad en la contratación que ya sabemos a qué conduce.

¿Querrá Zoido dar ese paso? ¿Se va a empeñar en desmontar esas estructuras trufadas de clientelismo y arbitrariedad en la contratación? Es demasiado pronto para saberlo. Otro tanto cabe decir de las empresas municipales, cuyo carácter público se comprometió, en plena campaña electoral, a consagrar. Pero conviene examinar la cuestión sin apasionamientos: ¿es hoy la Gerencia de Urbanismo el instrumento ágil para la concesión de licencias con que se fundó o, por el contrario, ha llegado a ser tan extremadamente lenta como el servicio municipal al que sustituyó?

Quizá sea pronto para decirlo o quizá nos desmienta el mismo Zoido a la vuelta de dos semanas cuando firme el decreto de atribución de funciones y organización del Ayuntamiento, pero este mandato puede ser el que inaugure un nuevo municipalismo en Sevilla después de que el de viejo cuño diera muestras de insuperable agotamiento a lo largo de la era Monteseirín. En descargo del alcalde saliente, hay que matizar que se vio atado de pies y manos por la reiteración de la fórmula de las coaliciones e incluso de las propias luchas internas en el seno de su grupo municipal.

Pero nada de eso hay ahora. Es el momento. Juan Ignacio Zoido tiene todo de su parte para hacer del Ayuntamiento de Sevilla una administración eficaz y moderna al servicio de los ciudadanos desbaratando hábitos adquiridos y limpiando de adherencias indeseables la labor política. Esa sería, a qué negarlo, su primera gran contribución a la ciudad que tan abrumadoramente lo ha puesto en el cargo.

javier.rubio@elmundo.es

30/5/11


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