Cardo Máximo

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Cartel Semana Santa de Sevilla 2024

Lo que no me gusta del cartel

Y no es la desnudez o los centímetros de piel al descubierto los que me incomodan desde que lo vi por primera vez. Creo que quienes airean convenientemente que eso sea el motivo del rechazo arriman el ascua a una sardina que no estoy dispuesto a comerme.

Preferiría haberme quedado callado en un rincón como he hecho desde que se descorrió la cortina de damasco para mostrar el cartel de la Semana Santa del Consejo de Hermandades y Cofradías el sábado pasado. Pero diferentes personas me han empujado en las últimas horas a plasmar mis objeciones al soberbio trabajo artístico del pintor Salustiano. Finalmente, han sido algunas de las explicaciones del propio artista en la entrevista en estas páginas las que me impulsan a escribir este artículo.

Y no es la desnudez o los centímetros de piel al descubierto los que me incomodan desde que lo vi por primera vez. Creo que quienes airean convenientemente que eso sea el motivo del rechazo arriman el ascua a una sardina que no estoy dispuesto a comerme. No, no van por ahí los tiros. Ni tampoco si ha usado como modelo del natural a su propio hijo, eso es tan antiguo como el arte y se pueden traer por puñados ejemplos de comitentes representados como santos, cristos o vírgenes.

Por decirlo de una vez: lo que me choca no es la carne sino la pose. En la iconografía del Resucitado, hay dos gestos característicos o, al menos reconocibles para el común de los mortales: mientras la mano izquierda señala la llaga del costado de la que nace, no nos olvidemos, la Iglesia como figura del bautismo con agua y la eucaristía con la sangre, la mano derecha está alzada (a punto de bendecir o no) en señal de victoria sobre la muerte.

En otras ocasiones, es el lábaro de la resurrección (un estandarte con bandera blanca como en la ‘Resurrección’ del Greco), sostenido con la mano izquierda, el que subraya que estamos en presencia del Viviente para que no quepan dudas. Al fin y al cabo, el arte ha tratado de imprimir al Resucitado la gloria y la majestad de quien ha abierto las puertas del cielo después de descender a los infiernos como se reza en el Credo.

Pero en el cartel, no hay nada de esto. Hay un Cristo indolente, según lo que he interpretado de la explicación del artista, sin ninguna actitud más que la de ser sujeto pasivo de la contemplación. Pero el Resucitado -puesto que el autor ha escogido ese motivo pascual para resumir la Semana Santa sevillana- se venía representando en movimiento (la anástasis tras rescatar a los justos del limbo) puesto que la primera misión es cumplir lo profetizado por el evangelista Juan en el libro del Apocalipsis: «Yo hago nuevas todas las cosas».

Empezando por el sufrimiento humano y la muerte, que es el meollo de la fe cristiana en la resurrección de la carne. Sí, de la carne. Pero no dejada atrás como una simple apariencia (en lo que sería una variante de la herejía docética que el concilio de Nicea combatió) o en proceso de divinización (lo que sería otra variante de la herejía monofisita que se rebatió en Calcedonia) sino trascendida. Ese es el verdadero significado de las llagas de Cristo: el dolor inevitable en nuestras vidas contingentes es asumido y trascendido en la resurrección. Al final de los días todas las cosas se recapitularán en Cristo, también el cáncer que nos va matando o el corazón que se nos infarta. Todo.

Nada de eso veo en el cartel, sino una representación de un Cristo pasivo, con el brazo derecho caído, con la boca cerrada y teológicamente inexpresivo. Lo que podría haber valido para expresar la kénosis del crucificado muerto, no puede valer también para expresar el impulso del que Vive después de haber vencido al pecado y su consecuencia más terrible, la muerte. No me gusta. Lo cual no quiere decir que no descubra en él esas semillas de verdad de las que habla la ‘Lumen Gentium’ siguiendo la tradición patrística.

Cito, en descargo del artista, que no teólogo, Salustiano, un párrafo del jesuita Carlos Maza en el último cuadernillo de ‘Cristianismo y Justicia’ sobre ‘Cristo y las culturas. Desafíos de la teología pop’: «En cualquier caso, hablar de ‘creatividad’ significa también mantener la tensión que supone tener un criterio, una cierta normatividad. El Espíritu de Cristo reproduce en nuestra vida el camino de Jesús hacia el Padre, y este tiene en el misterio pascual su momento central. ¿Hay algo que ‘huela’ a Pascua en la cultura? Esta es nuestra pequeña norma, aquello que da unidad profunda dentro de un mundo plural».

Ese, en efecto, sería un bonito punto de partida para ahondar el diálogo de la fe con la cultura de nuestra sociedad secularizada sin prejuicios ni apriorismos por ninguna parte. Con franqueza y sinceridad, eludiendo los arranques de escándalo que veo más en quienes lo ensalzan por lo que no es (de creer al autor) que en quienes lo rechazan por lo que tampoco (en mi modesto parecer) es. Al fin y al cabo, la misericordia se ríe del juicio.

Artículo publicado en ABC de Sevilla el 30 de enero de 2024.


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